EL BLOG

SEÑALES FÍSICAS DE QUE EL TRAUMA DE TU INFANCIA AÚN CONTROLA TU VIDA

Oct 29, 2025

¿La verdad sobre el trauma infantil que nadie quiere admitir?
No se queda en la infancia.
 
Mientras te dedicabas a convertirte en la persona más competente de cada lugar, demostrando que merecías amor y seguridad con tu desempeño, tu sistema nervioso se quedó atascado en 1980, intentando resolver problemas que un niño de seis años no podría manejar.
 
Tu cuerpo recuerda lo que tu mente intenta olvidar desesperadamente. Y si dominas el arte de aparentar tener todo bajo control mientras en secreto sientes que te estás desmoronando, esta es tu llamada a que prestes atención a esto:
 
¿Recuerdas esa opresión en el pecho durante las conversaciones normales? ¿Cuando se te aprieta la mandíbula cuando alguien te alza la voz? ¿O por no poder quedarte quieta sin sentirte culpable?
 
Eso no es ansiedad. No es estar "tenso". Es tu trauma de la infancia, que sigue controlando el mundo.
 
8 Señales Físicas de que el Trauma Infantil sigue vivo en ti:
 
1.Sientes que tu pecho va a estallar durante las interacciones normales: Estás teniendo una conversación normal (nada amenazante ni intenso) y de repente sientes como si alguien te estuviera sentado encima. Tu corazón se acelera. Tu respiración se vuelve superficial. Sientes que estás a punto de morir, pero en realidad no ocurre nada peligroso. Esto es hipervigilancia con traje de negocios. Tu sistema nervioso aprendió pronto que las personas pueden volverse peligrosas sin previo aviso, por lo que analiza cada interacción en busca de amenazas. Esa conversación casual desencadenó alguna microexpresión, tono de voz o lenguaje corporal que le recordó a tu sistema nervioso a alguien que te lastimó cuando eras pequeño.
Lo que realmente está sucediendo: Tu respuesta de lucha o huida se activa ante cualquier amenaza percibida, incluso cuando estás objetivamente a salvo.
Por qué empezó: De niñ@, tenías que convertirte en un/a expert@ en leer el entorno para sobrevivir. Ahora tu sistema nervioso trata cada entorno como si pudiera ser peligroso. 
 
2. No puedes relajarte sin sentirte culpable o ansios@:
Descansar te hace sentir egoísta. Quedarte quiet@ te pone nervioso. Te has convencido de que simplemente estás "motivado" o "impulsado", pero tu sistema nervioso asocia la quietud con el peligro.
Los niños que crecieron en entornos caóticos o impredecibles aprenden que mantenerse alerta y útil equivale a mantenerse seguro. La relajación significaba que podías pasar por alto las señales de que alguien estaba a punto de explotar, irse o hacerte daño.
 
Lo que realmente sucede: Tu sistema nervioso cree que si no estás produciendo, realizando o arreglando algo constantemente, sucederán cosas malas.
El costo físico: Tensión muscular crónica, agotamiento que el sueño no cura, incapacidad para disfrutar del tiempo libre sin que tu mente esté a mil por hora.
 
3. Mandíbula apretada (incluso cuando duermes):
Te despiertas con dolor de mandíbula. Tu dentista menciona que rechinas los dientes. Sientes la cara tensa incluso en los días buenos. Puede que ni siquiera te des cuenta.
Apretar la mandíbula es la forma en que tu cuerpo se prepara para luchar o guardar silencio. Los niños que no podían hablar, no podían defenderse o tenían que reprimir sus necesidades aprenden a mantener esa tensión en la mandíbula. Es literalmente tu cuerpo preparándose para protegerte, ya sea quedándote callado o respondiendo.
Lo que realmente sucede: Tu cuerpo está permanentemente preparado para el conflicto, incluso cuando duermes.
El impacto más profundo: La tensión mandibular crónica afecta a todo tu sistema nervioso, manteniéndote en un sutil estado de defensa las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
 
 
Tu sistema nervioso no está roto, funciona a la perfección.
 
Léeme atentamente: estas reacciones no son defectos. No son debilidad. No demuestran que estés rota/o o que seas demasiado sensible.
 
Son las brillantes adaptaciones de un sistema nervioso que te mantuvo vivo cuando eras pequeño e impotente. Tu cuerpo aprendió a detectar el peligro, a prepararse para el impacto y a prepararse para lo peor porque, a veces, eso era justo lo que necesitabas para sobrevivir.
 
"El problema no es que tu cuerpo lo recuerde. El problema es que tu cuerpo no sabe que el peligro ha pasado".
 
Tu sistema nervioso funciona a la perfección para la vida que llevabas hace veinte años. Simplemente no ha captado la noticia de que ahora estás a salvo.